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25.12.14

Tóxico

Por Equis.
Sin alivio entre líneas.
Cicuta en verso para tus oídos,
ojos y fauces.

Como libros de tapa blanda
que después de leerlos
quedan permanentemente abiertos,
como si después de robarte el tiempo
quiera invadir tu vida al completo,
el quid pro quo por la intimidad de ambos.

Existen ocasiones en las que no brindan los
alicientes suficientes para corregir el ápeiron
del humano.
Lamentable vida
la de aquél que solo sigue
sombras de las páginas pasadas
que nos hicieron perdernos de la trama.

Vidas encuadernadas
en algo tan simbólico
como la muerte de la majestuosa natura.
Sin dejar lugar al génesi innato,
brotando sin parar
y astillándome por dentro.
A pesar de ello continúo leyendo insaciablemente
dónde termina la realidad
y empieza mi sed.

22.12.14

Cicuta en verso


Por Equis.
De pequeño un loro me dió una tarjeta naranja
que pronosticaba que de mayor sería piloto.
Fue entonces cuando cambió todo,
cuando aprendí la verdadera importancia de leer,
y así hasta hoy en día,
dónde me encuentran leyéndote en todos lados,
con un cojín y en el suelo,
sentado en la cama mientras la cortina juega
con tus páginas más íntimas
o en el sofá tomando posturas imposibles.
Valiente el alma del que se atreve a probar la literatura
pensando que regresará ileso.
Siento envidia del que vuelve con el libro e intacto,
demostrando que es el libro quien lo ha pasado mal con el otro.
Cuando yo leo juego a los bolos con mis principios,
arrojo cada palabra de sus páginas sobre mí hasta deshacerme,
erosionarme completamente para
fingir que me vuelvo a conocer mientras aprendo a conjugar
tu primera persona del verbo ser.

Me sumerjo en novelas de misterio en el sofá,
palpo la asfixia con sonetos en el suelo de la terraza,
y los libros más adictivos me acompañan hasta el baño.
Ese es el riesgo de aventurarse a leer,
condenado eternamente a perder y encontrarme
entre cumbres de libros.
Hay veces que estoy tan atrapado en la lectura que olvido comer
y termino el libro a medianoche
debiéndole a mi cuerpo una cena,
y no es hasta que me ruje el estómago
que pienso en merendarme el mundo,
como lo pudo hacer cualquier otro muerto de hambre.

De pequeño un loro me dijo que de mayor sería piloto,
lo que no sabía es que un libro sería mi avión.
Leer, cada ocho horas, es el remedio

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